5:20 de la mañana. Insomnio. No parece un comienzo muy promisorio. ¿Otra vez me traicionó mi mente? No sería la primera noche que no puedo dormir por pensar, anticipar o planear demasiado.

Ahora que tengo la plataforma que quería, hay tantos proyectos que voy a poner en marcha: tengo que empezar a escribir la tercera parte de la guía de como hice el blog “Cómo hacer un theme de WordPress en una semana”, ya tengo pensado un cuarto artículo “Cómo buscarle la vuelta”, hay que editar y completar un poco el segundo artículo porque estuve medio fiaca sobre el final, terminar de revisar y corregir el cuento “En la pizzería” que escribí la semana pasada, subir el cuento largo “Respirar” que escribí hace mucho, escribir la primera guía de desarrollo de juegos “Cómo hacer un juego de física con Unity”, escribir la segunda guía de desarrollo de juegos “Cómo crear oponentes realistas”, y la lista sigue.

Todas las cosas que quiero hacer y escribir están ahí pendientes. No sería raro que mi mente, como tantas otras veces, volviera a traicionarme. Sin embargo, esta vez la razón de mi insomnio es bastante mundana: tengo la nariz algo congestionada y la garganta me molesta un poco. Hace un mes tuve una gripe y me curé, así que debería estar inmunizado. Pero no. O sí. No sé, podría ser una alergia. Como sea, probé con todo para sentirme mejor y tratar de dormir: caramelos de menta, hice tantos baños de vapor en el baño que dejé el papel higiénico inutilizable, etc. Traté de relajarme: me acosté varias veces y cerré los ojos. Qué envidia: mientras que yo no podía pegar ni un mísero bostezo, Mariana se reía entre sueños.

Así que decidí hacerme unas tostadas, te con miel y limón, y un antigripal de postre. El gato me recibió con maullidos de vitoreo. Es madrugador, se levanta todos los días entre las 4 y las 6. Total después duerme como 8 horas más durante el día. Pero en ese momento, estaba saltarín y juguetón. Hasta que me puse escribir. Entonces, decidió que tenía sueño.

La foto de hoy es de una mis obsesiones favoritas: Japón. Desde que fui hace 9 años, siento que me dejé un pedazo allá. Es terrible sentir que algo te ha marcado de una forma tan profunda, y al mismo tiempo saber que no pertenecés a ese sitio ni a esa cultura. Querer pero no poder. Estar pero no ser. A veces me pregunto si el conocimiento es un privilegio o una maldición. Puede que un poco de ambos.