Nota: este poema se lee mejor con una resolución large o superior. Aunque se puede leer perfectamente desde un teléfono, se pierde apreciación de la distribución espacial del texto.

Invitación al universo

¿Lo ves?
Qué lo vas a ver.
Miralo:

está ahí adentro y  lo querés  expulsar, un carozo en la garganta que te quita el aire
juntás todo tu coraje pero no lo podés sacar empezás a desesperar y te está asfixiando
y entonces sentís esa fuerza de espanto absoluto que te va aplastando  poco   a   poco
intentás tragar pero aunque sea pequeño es intragable porque uno no puede aceptar todo.

Hasta que viene un salvador que te da ese abrazo especial que te ayuda a sacarlo. Inhalás desesperado y te preguntás cómo pudiste ser tan pelotudo que te quedó un carozo atravesado en el medio de la garganta ahogándote.
Y llorás y llorás…

Está ahí, adentro.

Está en esa COSA que sentís en lugar de las tripas cuando un pendejo te dice sin pensar
en tres meses estaremos comiendo los restos del Vitel Toné y te acordás de todo lo que perdiste y todo lo que nunca vas a recuperar. Y está en lo otro: en esa melodía que no te podés sacar de la cabeza y empezás a silbar y te reís porque estás haciendo el ridículo y te gusta, está en esa paz que sentís a veces cuando cerrás los ojos
aspirás profundo y dejás que el sol te atraviese, y en ese poema que dice
‘El dolor ha abierto sus puertas al agua de oro del oro que
arde contra el oro el oro de los ocultos tembladerales’

Y también está ahí, afuera.

Está en la nena saltando y bailando como poseída en la parte bajita de la pileta, en el gato que te amasa la panza como si fuera un pan, en la perrita que te pega un lengüetazo porque quiere darte un beso, está en las cosas intrascendentes como la hoja marrón que se desprende del árbol y te hace sentir como un pesado porque va cayendo lento, girando sobre su eje así como el mundo gira y no te das cuenta porque sos tan ínfimo como un microbio, está en el sexo, en el placer y en la inseguridad que sentís cuando te preguntás si le está gustando, y en las historias grandes y pequeñas como la de esos pibes del arcoíris que hoy se están besando en público cuando antes no se podía porque había un viejo vestido de negro que decía que en el cielo había un viejo barbudo que decía que no se podía, la de esas pibas de los pañuelos que ya no quieren ser la propiedad de nadie sino el alguien de sí mismas, o en los encuentros fortuitos de amigos que no se ven hace mucho, en las charlas de café, alrededor de un termo cargado y de un mate.

Y si llegaste hasta acá
quizás te des cuenta
que no hay adentro
ni afuera.
Es solo uno.

Dejá de leer.
Cerrá los ojos.
Miralo.