—¿Qué es eso, Juli? —pregunté señalando una pared que me pareció algo extraña.
La descoloqué, dudó antes de contestar. Ese silencio volvió la respuesta aún más sombría:
—Es un mural de los socios —hizo un breve silencio antes de continuar— muertos…
La respuesta me golpeó. «Casi caigo en la trampa», reaccioné.
—¿Los socios muertos? —cuestioné atónito.
—A veces… han muerto —intentó explicar, midiendo sus palabras— directivos… en la oficina. Cuando mueren trabajando en la empresa, les ponen una placa de reconocimiento.
Me quedé boquiabierto.
—Por eso desde hace unos años, siempre tienen un médico disponible en los pisos de ejecutivos. También mandan un equipo a los eventos asistidos por ellos. La salud de los directivos es muy importante para la empresa —argumentó.
«La salud de los directivos es muy importante para la empresa. De los directivos». Recordé la oficina del director general. «La muerte, de eso se trata». Entonces, me vi atraído hacia una ventana cercana. La luz del sol brillaba con energía. Era un día tan hermoso. Cerré los ojos, me vi volando entre los cielos, y mi respiración se fue volviendo profunda y acompasada.